Beca 18 brinda a jóvenes de bajos recursos acceso a estudios superiores. Además del financiamiento, requieren acompañamiento integral para reducir la deserción y transformar sus vidas, aportando así al desarrollo social del Perú.
Por Martha Casas. 25 agosto, 2025. Publicado en diario Correo, el 24 de agosto de 2025En el Perú, miles de jóvenes brillantes ven sus sueños truncados por la falta de recursos. Para ellos, desde el 2011 existe Beca 18, un programa del Estado que cubre todos los gastos de estudios superiores, de jóvenes talentosos, que cumplen los requisitos para acceder a ellos.
El impacto ha sido enorme. Los becarios han duplicado sus posibilidades de acceder a la universidad (47,9 % frente a 27,3 %) y su aporte conjunto al PBI ya supera los S/ 700 millones. Sin embargo, esta política pública enfrenta un verdadero desafío que empieza después del ingreso del estudiante a la universidad.
Muchos abandonan la carrera por barreras que van más allá de lo académico: padres con bajo nivel educativo que no pueden orientarlos, hogares donde hay que trabajar para sostener a la familia o cuidar hermanos pequeños, falta de redes de apoyo y, una realidad más dolorosa: la soledad o discriminación en la ciudad. Estas experiencias, según estudios como el de Cotler (2016), afectan la autoestima, aumentan el riesgo de aislamiento y reducen las expectativas académicas.
Si el Estado y las universidades no ofrecen tutorías, apoyo psicológico y espacios de integración, corremos el riesgo de perder talento valioso. Acompañarlos significa más que darles una beca, ya que cada becario que termina su carrera no solo cambia su vida, sino que rompe un ciclo de pobreza y abre caminos para quienes vienen detrás. Invertir en su permanencia y éxito es apostar por un país más justo, competitivo e inclusivo. Y eso, lejos de ser un gasto, es la mejor inversión que el Perú puede hacer, para que el lugar de nacimiento no decida el destino, sino que el esfuerzo y el mérito sean la llave que abra todas las puertas.








